Sincericidio: Cuando las palabras matan.

Sincericidio: Cuando las palabras matan.

Desde que somos pequeños estamos integrados a un grupo social que es la familia, aquí se inicia un proceso de enculturación en donde de forma inconsciente y gradual vamos recibiendo una carga de normas, creencias, tradiciones y valores que empiezan a formar parte de nuestra personalidad. De hecho, la familia es nuestra primera escuela, en donde se nos educa y guía para la vida.

La primera regla impuesta por nuestros padres es “decir la verdad” porque al hacerlo nos convertimos en personas honestas, trasparentes y dignas de confianza; entonces crecemos con la idea de que todo lo que pensamos y creemos lo tenemos que expresar a pesar de que a los demás no les parezca; al cabo que, todos tenemos el derecho inexorable de manifestar nuestra forma de pensar a través de opiniones cargadas de subjetividad y de una historia personal.

En la escuela, también nuestros maestros hacen lo propio, se convierten en nuestros guías y orientadores para ayudarnos a desarrollar competencias y tener las herramientas necesarias para convertirnos en personas “de bien”, porque como afirmó Howard Gardner (padre de las inteligencias múltiples) “Una mala persona no llega nunca a ser buen profesional”, entonces es necesario conducirnos con la verdad, honestidad y calidad humana.

Tal parece que, uno de los valores éticos más apreciados por nuestra sociedad es el “valor de la verdad” mismo que nos compromete a conducirnos con claridad bajo el velo de la sinceridad; en otras palabras, se requiere ser sincero con los demás, hablar con franqueza, confianza, seriedad y sencillez.

Durante mucho tiempo se divulgó la idea de que el origen de la palabra sincera nació durante el Renacimiento, en el que algunos artistas con menos habilidades que otros, utilizaban un tipo de cera para modificar algunos destrozos que hacían en sus esculturas, por lo que los escultores que realizaban un buen trabajo colgaban a sus obras un cartel que ponía ‘sin

cera’ y de ahí que a una persona sin fingimientos y verdadera se le conozca como sincera. Pero esta teoría es falsa porque la verdadera etimología del término ‘sincero’ proviene del latín “sincérus” y cuyo significado era ‘puro’, ‘sin mezcla’ y se aplicaba originalmente a aquellos productos que no eran adulterados o no eran mezclados con otros (el vino, aceite, la harina…).

Así que, la sinceridad tiene que ver con expresar nuestro sentir a los demás, sin dobleces ni máscaras; siendo transparentes en lo que pensamos, decimos, hacemos y vivimos. En un mundo como en el que nos ha tocado vivir, ser sinceros es una virtud, que no cualquiera posee. Desde la infancia nos recuerdan que siempre tenemos que decir la verdad y ser sinceros con los demás.

Si todo esto es cierto, entonces ¿por qué las personas se enojan cuando les hablas con franqueza o sinceridad? ¿Qué pasa por la mente de los demás cuando les dices lo que piensas de forma directa y sin dobleces? ¿Será que la gente aún no está preparada para escuchar lo que otros piensan? La lista de preguntas es interminable, pero la respuesta para todos estos cuestionamientos es la misma: “Ser sincero no está mal, lo que provoca que los demás se enojen es la forma en cómo expresas lo que sientes o piensas.

Dentro de nuestros derechos asertivos están los de expresar nuestra opinión, defenderla y discrepar, así como cambiar de opinión o línea de acción, y todo esto es maravilloso; realmente no hay ningún problema en hacerlo, porque si algo nos incomoda o no nos agrada, o, por el contrario, nos sentimos felices y contentos, tenemos la facultad de expresarlo, cada uno de nosotros es como una olla exprés, que si no saca la presión puede explotar y esto puede generar estrés emocional.

Es cierto que desde pequeños nos recomiendan decir la verdad y ser sinceros, nadie pone en tela de juicio la importancia de la honestidad y trasparencia en nuestro trato con los demás; sin embargo, hay algo que muy pocas veces o casi nunca nos enseñan y es el hecho de aprender a elegir con cuidado a quién, qué, por qué, cómo, cuándo y en dónde queremos expresar nuestra opinión o pensamiento. La gestión de las emociones es determinante al momento de comunicarnos, pero eso, no le resta importancia a la forma en cómo lo decimos.

La sinceridad es una cualidad moral muy importante para ganarse la confianza y el respeto de las personas que nos rodean, no obstante, muchas veces con el afán de decir directamente lo que pensamos o sentimos, llegamos a lastimar a las personas y es aquí en donde se rompe la delgada línea que existe entre la sinceridad y el sincericidio.

El sincericidio hace alusión a una sinceridad excesiva, descortés y sin límites que resulta hiriente para la persona que recibe el mensaje.  El sincericida hace uso de la honestidad sin tener en cuenta los sentimientos del otro, ni el momento ni contexto en el que se encuentra. Regularmente, los sincericidas se justifican diciendo que son muy directos, francos e íntegros y que prefieren decir las cosas como son, a decir mentiras o actuar con falsedad. En su afán de decir “la verdad” se olvidan de los sentimientos y el estado anímico de los demás, sus palabras son como lanzas que apuntan directo a la mente y sentir del oyente dejando una pésima experiencia e incluso puede provocar una fractura en la relación.

A veces resulta complicado no cruzar esa delgada línea entre la sinceridad y el sincericidio, pero es importante plantearnos algunas preguntas antes de expresar nuestro sentir:

  • ¿Cómo se va a sentir la persona a la que quiero dirigir el mensaje?
  • ¿Cómo me sentiría si alguien me dijera algo demasiado directo, sin pensar en mis sentimientos?
  • ¿Es realmente importante que esa persona sepa lo que pienso o creo acerca de él, ella o la situación? Y si no es relevante ¿qué me gano con decirlo?
  • ¿Cuándo y dónde tengo que decir lo que pienso y por qué?

Si nos centramos en estos cuestionamientos nos daremos cuenta de que, la empatía, asertividad, equilibrio y contexto son piezas fundamentales para actuar desde la prudencia, sencillez y la confianza. Necesitamos transformar nuestro mundo a partir de tener un comportamiento más transparente y genuino, pero sin degradar u ofender a los demás. Hablemos con la verdad desde la compasión y consideración por las personas. Si quieres conocer más acerca del tema comunícate con nosotros, tenemos cursos y talleres para ayudarte a crecer y posicionarte en el mercado.

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Por Carmen Benavides

Directora de Contenidos TraInn MX

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