“Selacofobia organizacional” Aprende a nadar entre tiburones

El siglo XXI se ha convertido en un semillero de nuevos paradigmas que conducen al mundo hacia el reconocimiento, adopción y adaptación de valores e ideologías que están transformando a la sociedad. La competitividad, innovación, creatividad, y colaboración, entre muchos otros valores organizacionales, se han convertido en el estandarte y guía para el logro de los objetivos personales y organizacionales.

Entre los nuevos valores organizacionales, la competitividad personal se considera una habilidad o actitud muy apreciada, ya que representa un motor, empuje, y ambición para posicionarse en lugares destacados y que, nos proporciona seguridad, orgullo y satisfacción personal. Hemos aprendido que si queremos ser competitivos en un entorno volátil donde la competencia y los retos están presentes cada día, entonces tenemos que ser capaces de hacer absolutamente todo para ganar, no rendirse y alcanzar el triunfo. 

Ser competitivo es algo inherente al ser humano, estamos programados para salir, buscar y encontrar -aún con los riesgos que esto represente- todo aquello que nos proporciona bienestar. Nos permite examinar fortalezas, aumentar la seguridad y explorar las habilidades personales. Ser competitivo, nos acerca al logro de nuestras metas. 

La competitividad en la escuela, el trabajo y el entorno, exige de cada uno de nosotros, adaptabilidad, cooperación, pero también empatía. En cualquier tipo de organización las personas perseguimos dos tipos de objetivos; los individuales y organizativos, ambos son importantes, sin embargo, en la medida en que participemos como un equipo eficiente se alcanzaran los objetivos organizacionales y por añadidura, los individuales. 

Cuando enfocamos la competitividad personal para generar sinergia dentro del grupo, se mejora el desempeño, la calidad del trabajo y, por ende, se alcanzan los resultados esperados.; para ello es necesario conseguir un equilibrio entre la competitividad personal y la colaboración en equipo. Infortunadamente, no todos los miembros de la organización suman esfuerzos, ya que algunos compañeros buscan alcanzar sus objetivos individuales a partir de una férrea y nociva competencia convirtiéndose en “tiburones internos”.

Al igual que en el ambiente marino, en las organizaciones existen distintos tipos de “tiburones internos” con un comportamiento complejo; son depredadores de emociones, actitudes, autoestima y trabajo de aquellos que se convierten en sus presas. Existen en toda la estructura organizacional, en un principio pueden parecer inofensivos y se pueden mostrar interesados en lo que dices y haces, pero al igual que los tiburones marinos, tienen desarrollado un sexto sentido que les permite adelantarse y ponerse en frente de todo aquello que les proporcione una ventaja competitiva.

Los tiburones internos se pueden convertir en una amenaza para la organización, pueden boicotear el trabajo en equipo, frenar los proyectos porque no les gusta ver que otros triunfen; su grado de exigencia puede desmotivar y generar inseguridad en sus compañeros. Regularmente, un tiburón interno descalifica el esfuerzo de los demás, no cree en las fortalezas, ni reconoce los talentos de sus compañeros, y en ocasiones pueden ser bravucones o altaneros. En otras ocasiones, se pueden mostrar afables y dispuestos a trabajar; sin embargo, su actitud y comportamiento socavan gradualmente el interés genuino de los demás en el trabajo. Su comportamiento depredador puede ahuyentar y lastimar a sus presas.

En cualquier ámbito puede existir una amplia variedad de tiburones, sin embargo, podemos clasificarlos en dos grupos:

  1. El gran tiburón blanco: creemos que los tiburones siempre aparecen de forma horizontal en las organizaciones, es decir, que pueden ser nuestros compañeros más cercanos, pero no olvidemos que ese tiburón puede ser tu propio “jefe”. El acecho puede venir de los altos mandos o de las gerencias y supervisiones. El tiburón blanco no siempre se alinea a los colaboradores, carecen de empatía porque lo que difícilmente confían en los demás y no están abiertos a escuchar las necesidades del grupo. Se siente seguro en un ambiente donde genera temor e incertidumbre. Suele exhibir las áreas de oportunidad de los integrantes del grupo y difícilmente reconoce las fortalezas individuales y de equipo. Busca la oportunidad para desplegar su poder y minimizar la presencia y trabajo de los demás. Pueden despertar un miedo irracional que frena el crecimiento dentro de la empresa. 
  2. Tiburón azul: Esta especie no representa un peligro para el tiburón blanco, pero sí para los que forman parte de su círculo (actúan en el ámbito horizontal) en apariencia, son inofensivos, pero hay que tener cuidado con ellos porque su perfil competitivo los puede llevar a “destrozar” a sus presas. Estos tiburones anteponen sus intereses individuales a los del equipo, son bravucones y siempre están a la defensiva, pueden desorientar a los demás con su comportamiento mezquino y anulan toda iniciativa en donde ellos no puedan obtener un provecho. En muchos casos actúan en grupo y rondan en círculos para ver si su presa desfallece. Son muy hábiles y pueden moverse sin dificultad en distintas áreas del océano organizacional. Para actuar sobre ti, pueden llevarte a su territorio, utilizando además de la intimidación, la violencia psicológica, emocional y algunas veces física. Su poderío radica en el miedo, inseguridad e intimidación hacia sus compañeros.

Ningún “océano organizacional” está exento de tener tiburones blancos y azules, es fácil reconocerlos porque su perfil competitivo los delata inmediatamente. Pueden ser demasiado hábiles y para la empresa, estos pueden aportar grandes proyectos, desafortunadamente muchos no se integran al grupo, por lo que representan un peligro y una oportunidad para aquellos que actúan de forma inteligente y valiente. No es necesario abandonar el océano; al contrario, podemos aprender mucho de ellos porque al estar rodeados de tiburones podemos sacar lo mejor de nosotros, nos ayudan a medir nuestra fortaleza, conocimientos y habilidades. Huir no es la solución, porque si aprendemos a nadar en la dirección correcta, ningún océano será demasiado grande para alcanzar nuestros objetivos. Si quieres conocer más acerca del tema comunícate con nosotros, tenemos cursos y talleres para ayudarte a crecer y posicionarte en el mercado.

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Por Carmen Benavides

Directora de Contenidos TraInn MX

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