Ahora, más que nunca, la responsabilidad afectiva ha cobrado fuerza en el tema de relaciones humanas. Sabemos que siempre ha existido la necesidad de cuidar la manera en que nos vinculamos con otros, sin embargo, los cambios sociales, la diversidad y la tecnología, nos obligan a replantear el impacto de la responsabilidad afectiva en la pareja, la familia, la amistad, el trabajo y cualquier vínculo en el que las emociones se ponen en juego.
El origen del concepto “responsabilidad afectiva” surge en torno a un análisis acerca del poliamor en la década de los 80´s con las psicólogas Deborah Anapol, Dossie Easton y Janet Hardy. La responsabilidad afectiva implica la capacidad de ser conscientes de cómo nuestras acciones, palabras y actitudes impactan y afectan emocionalmente a los demás.
La responsabilidad afectiva implica reconocer que toda relación genera ilusión, expectativas, emociones, planes y hasta posibles heridas, por lo que exige un compromiso ético con la empatía, la compasión, la comunicación clara y el respeto. Con esto no quiero decir que somos responsables de los sentimientos de otros, pero sí tenemos que ser cuidadosos con la forma en que contribuimos a generarlos o influimos en ellos.
Se trata de asumir que todas nuestras decisiones no ocurren en el vacío, pues cada interacción deja huella. Por ello, al actuar con responsabilidad afectiva cultivamos relaciones más sanas, auténticas y duraderas.
Actualmente, las relaciones se gestionan desde la inmediatez: amistades efímeras, interacciones fugaces en las redes sociales, vínculos que se desgastan desde la indiferencia y relaciones que se rompen sin explicación. Recordemos que, todos somos merecedores de ser tratados con dignidad, respeto, cuidado y consideración.
La responsabilidad afectiva significa comunicarnos honestamente desde lo que sentimos y queremos, quitarnos la careta, ser transparentes, evitando la manipulación y el engaño. También implica escuchar activamente al otro y validar sus emociones, incluso cuando no coincidimos con ellas. Este ejercicio de respeto mutuo contribuye a reducir conflictos, malentendidos y sentimientos de abandono o traición.
La responsabilidad afectiva no es propia y exclusiva de las relaciones en pareja. Es cierto que con la pareja tenemos que establecer acuerdos, límites y mantener una comunicación y diálogo constantes para no generar falsas expectativas, pero, también en la amistad, con la familia, en el trabajo y en cualquier vínculo con los demás, tenemos que cultivar un compromiso emocional, a través del acompañamiento, el respeto, la confianza y una sana resolución de conflictos que nos permita desarrollar la autoconfianza y el bienestar personal.
La responsabilidad afectiva no es una moda ni un concepto reservado al área de la psicología, en realidad, es una práctica cotidiana que todos podemos cultivar. Empieza con acciones simples: expresar con claridad lo que queremos, lo que nos molesta, pedir perdón cuando lastimamos, reconocer la importancia del otro en nuestra vida y aprender a despedirnos con respeto cuando una relación debe terminar.
Hagamos de la responsabilidad afectiva un acto de humanidad, porque toda interacción tiene un valor que contribuye no solo a nuestro crecimiento personal y profesional, sino también a formar una sociedad más consciente, empática y justa. Si quieres conocer más acerca del tema comunícate con nosotros, tenemos cursos y talleres para ayudarte a crecer y posicionarte en el mercado.
Por Carmen Benavides, Directora de Contenidos, Trainn Mx.
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