El vacío emocional como fuente del caos social

Durante los últimos meses hemos sido testigos de una verdadera descomposición social donde predomina la violencia, el odio y hechos atroces que obligan a una reflexión personal y colectiva; es momento de hacer un alto y preguntarnos por qué cada vez más, la gente lástima y hace daño sin tener la mínima consideración por los demás ¿acaso hemos fracaso como sociedad?

La violencia no es un problema propio y exclusivo de nuestra época, en realidad es inherente al ser humano, sin embargo, un motivo de preocupación en la actualidad es que mientras que, por un lado, existe un desarrollo tecnológico y científico sin precedentes, por otro, la gente va perdiendo sensibilidad y compasión por los demás, cada día existe menos humanidad. Las guerras, ataques y actos ominosos ocupan la primera plana de las noticias. 

Es común escuchar que, en las escuelas hay homicidios planeados por menores de edad, en las familias hay ataques físicos y psicológicos entre los integrantes de esta, en el ámbito laboral es frecuente el hostigamiento y acoso laboral, un hecho es que, la violencia está presente en todos los estratos sociales y ninguno de nosotros está exento de sufrirla. Estamos viviendo una profunda ausencia de educación en las sensibilidades y, por ende, el resultado es la crisis de valores que vulnera y empobrece moralmente a nuestra sociedad. 

Existe una corresponsabilidad social, por lo que, antes de preguntarnos qué está haciendo el gobierno para evitar estos actos de agresión, tendríamos que cuestionarnos, primero, qué está pasando en el entorno familiar; ya que la familia es la unidad en donde comienza la educación de los hijos. Los padres y madres de familia tenemos la enorme responsabilidad de inculcar modales y valores en nuestros hijos para que estos tengan la capacidad de socializar con los demás a partir del respeto, la empatía y la cooperación, para avanzar y crecer en armonía como integrantes de un colectivo social.

Al igual que administramos las finanzas personales y del hogar, también tenemos que aprender a gestionar la convivencia y relación con los integrantes de nuestra familia. Esta tarea se ha convertido en todo un desafío, sobre todo porque estamos viviendo una época en donde la tecnología, el internet y las redes sociales se han convertido en grandes protagonistas y muchas veces en sustitutos de los padres “ausentes” que por cuestiones de trabajo o simplemente por compromisos personales, han dejado su responsabilidad en manos de la “nana electrónica”, es decir , los niños y jóvenes, están siendo educados y guiados por una pantalla que les proporciona información, la cual, sea o no verídica, influye directamente en el comportamiento de las personas.

La paternidad o maternidad responsable no implica solamente ser proveedores y satisfacer necesidades puramente materiales, sino que además requiere de una cercanía física y emocional con los hijos. La violencia que impera en el mundo tiene que ver con personas carentes de una relación profunda y amorosa con los padres. Hay un proverbio africano que dice: ““El niño que no sea abrazado por su tribu, cuando sea adulto, quemará la aldea para poder sentir su calor”, es un mensaje contundente que nos invita a reflexionar acerca de la forma en cómo nos estamos relacionando con nuestros hijos. 

En la actualidad, es importante lograr un desarrollo tanto intelectual como emocional en las personas, sobre todo porque de esto depende en gran medida la demasía o carencia de signos afectivos que alguien reciba a lo largo de su vida. Claude Steiner crea la “teoría de la economía de las caricias” para explicar cómo la forma de interpretar el entorno que nos rodea está relacionada íntimamente con la influencia de las miradas, palabras, gestos y silencios que percibimos desde que nacemos. Según esta teoría, la sensación de vivir dentro de un vacío emocional es infinitamente más insoportable que cualquier dolor físico.

La ausencia de afecto puede producir daños de por vida. Un bebé que no recibe caricias, abrazos y palabras amorosas puede enfermar o morir. Muchos niños crecen con esta carencia afectiva y se muestran fríos e indiferentes frente a situaciones delicadas, pero, además, los pensamientos relacionados con falta de amor, afecto y cercanía de los suyos se ven somatizados, afectando también su salud física.

La frialdad o desinterés de los padres hacia los hijos, constituye una losa que pesa y aplasta el ánimo y la alegría de vivir. Durante muchos años se han realizado estudios acerca de las principales causas por las que una persona puede tener una conducta violenta y entre muchos factores están los relacionados con eventos traumáticos o estresantes durante la infancia, pero, además, la falta de amor, comprensión y empatía se vuelven en los principales detonadores de enfermedades psicológicas, como la angustia, la depresión, la neurosis o psicosis. 

Es tan importante dar como recibir afecto; según un estudio realizado por el psicólogo James Gross, en la Universidad de Stanford, no expresar las emociones puede acarrear graves daños, conllevando altos costos psicológicos, sociales y en la salud física y mental. Las personas que no suelen manifestar sus emociones, así como las que no reciben afecto, son proclives a sentirse infelices y aisladas, por lo tanto, su conducta puede ser de autodestrucción o dañina para los demás. 

La conducta violenta de las personas está asociada con su historia de vida, pero sobre todo con su infancia, porque es en esta etapa en donde los padres tenemos el deber de educar, guiar y orientar con base en la comunicación no violenta, empática y apoyada en una paternidad y maternidad amorosa, pero no consecuente, en donde las caricias, las palabras y los gestos abracen a los hijos desde la comprensión, la compasión y el respeto, sin encubrir comportamientos perjudiciales para los otros y para él mismo. 

Si queremos que nuestra sociedad evolucione hacia una humanidad consciente y desbordante de valores que coadyuven en el crecimiento personal y colectivo, erradicando hechos crueles y perversos; entonces tendremos que actuar desde el núcleo familiar, manteniendo vínculos afectivos, a partir de romper cadenas transgeneracionales para lograr un acercamiento amoroso, abierto y de respeto con los hijos. Formar y educar hijos emocionalmente sanos significa edificar ciudadanos libres, conscientes y respetuosos de su entorno. Si quieres conocer más acerca del tema comunícate con nosotros, tenemos cursos y talleres para ayudarte a crecer y posicionarte en el mercado.

¡Contáctanos!

Por Carmen Benavides

Directora de Contenidos TraInn MX

3 comentarios en “El vacío emocional como fuente del caos social”

  1. Hola, yo sostengo una tesis: durante décadas nos han dicho que la familia es la base de la sociedad. es cierto, pero esto, hasta ahí, ya no alcanza. Bebemos ir más allá de las 4 paredes de nuestro hogar para impactar favorablemente al menos nuestro primero círculo del entorno. Los que tenemos una carrera universitaria estamos doblemente obligados a ello.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *