El “Yo politicus” como un estilo de vida

En un mundo tan volátil y paradójico como el que nos está tocando vivir, no hay nada tan conveniente y sano para el ser humano como el hecho de hacer política. Si querido lector, estás leyendo bien; porque si queremos avanzar y progresar como sociedad, entonces, es necesario involucrarnos de forma natural en asuntos políticos. Algunos estarán pensando – eso no es de mi competencia, para eso elegí a un grupo de representantes, que sean ellos quienes se ocupen de organizar todo lo concerniente a los recursos, a mí no me metan en eso. Desde este tipo de pensamiento, estamos renunciando a nuestro derecho y responsabilidad de conducir nuestros asuntos personales y sociales, dejando en absoluta libertad a otros (que en ejercicio de sus facultades pueden actuar sin ética ni responsabilidad), para que conduzcan nuestro destino y el de las futuras generaciones 

Hacer política, es una actividad que el hombre ha hecho desde siempre, incluso desde antes de que existieran los partidos políticos y el propio Estado, pues ya lo decía Aristóteles, el hombre es un “zoon politikón”, es decir, es un animal sociable que necesita de los demás para alcanzar sus objetivos. Los primeros hombres que habitaron la tierra se enfrentaron a un ambiente hostil y desconocido y se vieron obligados a expresar sus necesidades porque sabían que solos no lograrían satisfacerlas, por lo tanto, buscaron la manera de organizarse y actuar en grupo, logrando de esta manera, su permanencia y evolución como especie en el mundo.

En cada uno de nosotros habita un “yo politicus”, sin importar la edad, el género o las circunstancias, porque antes de ser “una sociedad” somos individuos que pensamos, sentimos y, por lo tanto, necesitamos respuestas frente a las distintas necesidades que nos aquejan. El “yo politicus” puede estar involucrado en la familia, la escuela, la empresa o la religión y no solamente en el gobierno. 

Etimológicamente, la palabra política proviene “del latín politicus adjetivo de político; del griego polítikòs, de los ciudadanos; de politês ciudadano; y de pòlis ciudad” (GÓMEZ, 2001), es decir, política es aquello que involucra a los ciudadanos y los asuntos públicos. Por tanto, la política es una actividad de el más natural en la sociedad. En ningún momento se hace alusión exclusivamente a los dirigentes o representantes de un pueblo, porque la política involucra la acción de cada uno de nosotros a partir de convertirnos en un “yo politicus” es decir, en observadores, en críticos que cuestionan lo que otros le proponen, lo analizan y lo someten al escrutinio de su raciocinio; el “yo politicus” es un ser “consciente” (se da cuenta) de que tiene derecho de pedir información y exigir rendición de cuentas. Los niños, las amas de casa, los estudiantes, los trabajadores, deportistas y absolutamente todos, tenemos el deber de politizar todo aquello que nos afecta. 

Los trabajadores que exigen al patrón el respeto por sus condiciones laborales están politizando, así como aquellas mujeres que exigen a su marido o pareja que se involucre en los quehaceres del hogar. Increíblemente, los niños a su corta edad politizan desde el momento en que demandan de sus padres o maestros mayor atención o reclaman a sus amiguitos la devolución de sus juguetes. Politizan los jóvenes que exigen revisión de examen o las personas que reclaman una mejor atención médica. Frente a cualquier tipo de dificultad, emerge “el yo politicus” como un sabedor de sus derechos civiles y políticos. 

Entonces, ¿por qué muchas personas prefieren dejar en manos de otros, los asuntos que tendrían que ser de su interés? Una de tantas respuestas que existen al respecto es que, desafortunadamente, hemos crecido con la idea de que al elegir a nuestros representantes se anula en automático nuestro derecho a cuestionar y exigir, porque creemos que los asuntos públicos son competencia exclusiva de ellos, al grado que, esos asuntos llegan a convertirse en un negocio particular de los políticos y entonces nos vamos apartando gradualmente hasta transformarnos en simples espectadores, sin voz ni voto. 

En las organizaciones han satanizado tanto la política, que llegamos a pensar que aquellos que exigen, reclaman y exhiben irregularidades, son auténticos enemigos del sistema. En México, utilizamos expresiones como “grilla” o “gente conflictiva” para referirnos a aquellas personas que deciden exigir de las autoridades el cumplimiento de sus obligaciones. Es lamentable decirlo, pero hemos renunciado a nuestro “yo politicus” con tal de evitar problemas con los demás. 

Ahora preferimos alejarnos de temas que tienen que ver con nuestro bienestar, como la educación, salud o seguridad, argumentando que a los políticos les toca decidir, pero entonces, frente a este tipo de pretexto, surgen algunas preguntas: ¿Te gustaría que tu hijo sea educado en escuelas con una pésima calidad y que hagan de él un incompetente para la vida? ¿Estarás tranquilo sabiendo que tu familia sale de casa y se enfrenta a la inseguridad en las calles? ¿Te hará feliz saber que esta quincena no habrá remuneración porque a tu patrón se le “ocurrió” destinar tu pago para otras cosas? ¿Te sentirás seguro cuando salgas a pasear, sabiendo que las carreteras no cuentan con niveles de seguridad para ti y tu familia? ¿Recibirás con agrado la noticia de que tu hijo ha sufrido un accidente y no lo quieren atender en el hospital porque no hay cupo? ¿Qué pensarás cuando tus hijos o sobrinos salgan cada día a buscar trabajo y no haya oportunidades laborales? 

Como podemos darnos cuenta, el costo por no involucrarnos en asuntos políticos puede ser muy elevado, porque estamos comprometiendo la estabilidad y seguridad de nuestra familia y de nuestro país. En la medida en que elevemos nuestra capacidad de politizar todas nuestras necesidades, estaremos menos dispuestos a aceptar promesas, discursos trillados, pretextos o condiciones que afecten nuestra vida. No hay ninguna sociedad que no sucumba frente a las demandas y exigencias de los “yo politicus”. Hacer política no está mal, lo que está pésimo es convertirnos en ciudadanos de omisión y que pongamos nuestra fe y confianza en personas que no tienen la mínima idea de lo que es dirigir las instituciones de un país.  Si quieres conocer más acerca del tema comunícate con nosotros, tenemos cursos y talleres para ayudarte a crecer y posicionarte en el mercado.

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Por Carmen Benavides

Directora de Contenidos Trainn

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