No todos los caminos llevan hacia una identidad organizacional.

No todos los caminos llevan hacia una identidad organizacional.

Las organizaciones del siglo XXI se caracterizan por la capacidad de reinventarse en un ambiente de volatilidad e incertidumbre; sin embargo, ninguna empresa será capaz de superar los cambios si antes no se ha transformado por dentro. No tiene caso contar con tecnología y procesos innovadores si no volteamos a ver y atender a los distintos públicos con los que interactúa la organización.

En el mundo de los negocios, todas las organizaciones son vulnerables frente a las nuevas condiciones que imperan en el mercado glocal, se tiene que actuar desde el análisis y la comprensión de las distintas problemáticas para crear estrategias acordes a las necesidades internas y externas de la organización. Uno de los de los tantos problemas internos que puede afectar a las organizaciones es la poca o nula identidad de sus integrantes; desafortunadamente el tema de la identidad institucional sigue siendo un punto ciego para algunos directivos, de tal manera que, recibe poca atención.

De todos es bien sabido que, la falta de identidad organizacional trae consigo un sinfín de problemas como la ausencia de cohesión grupal, rotación de personal, presentismo laboral, conflictos, ausentismo y, en consecuencia, no hay una compatibilidad con los valores y objetivos por lo que, no se obtienen los resultados esperados. No importa si es una grande o pequeña empresa, al final del día, lo que realmente tiene que interesarnos es qué están sintiendo los colaboradores desde el momento en que se incorporan a sus actividades hasta la forma en cómo están interactuando con sus compañeros.

Hoy en día, muchas empresas destinan una parte del presupuesto para impartir cursos de capacitación en donde los especialistas hacen intervenciones a partir de novedosas dinámicas para integrar a los grupos y convencerles de que se enamoren de la imagen institucional y que, además se pongan la camiseta y la suden a partir del compromiso, lealtad y responsabilidad hacia la empresa a la que pertenecen. Todo se escucha muy bonito pero la motivación dura muy poco, porque pasado un tiempo todos regresan a las mismas prácticas.

Crear una identidad en los colaboradores no es una tarea sencilla porque, en principio hay que recordar que la identidad organizacional es en términos generales, lo que los miembros perciben, sienten y piensan acerca de sus organizaciones. Se asume que es una opinión colectiva, comúnmente compartida de las características y los valores distintivos de la organización (Hatch & Schultz, 1997). La base fundamental de la identidad está en “la imagen” que se tiene acerca de las personas, empresas e instituciones, incluso de uno mismo. Estamos viviendo la “era de la imagen” aunque desafortunadamente está perdiendo su sentido original porque pensamos y actuamos conforme a cuestiones materiales; pero no todo se reduce a edificaciones, señaléticas, políticas, colores institucionales, souvenirs, códigos de vestimenta o todo ese entramado al que actualmente le atribuyen poder y significancia al momento de trabajar con la identidad organizacional.

La imagen es por excelencia una representación mental que se construye o modifica a partir de “símbolos” como los que se mencionaron anteriormente y en los cuales se pone mayor énfasis, por ejemplo, cuando se trabaja en la identidad de las personas hacia la organización, regularmente se piensa en uniformes, colores o estandartes que le den significado de unión, cohesión o inclinación hacia la empresa para la cual se prestan sus servicios; sin embargo, la imagen también se edifica a partir de “conductas” y es aquí, en donde tenemos que poner más atención porque la conducta puede eliminar en cuestión de segundos, la imagen positiva que se había creado a partir de los símbolos.

De acuerdo con las investigaciones llevadas a cabo por C.I.Hovland, I.l Manis, Kelley y otros investigadores, las comunicaciones destinadas a cambiar las actitudes (y previamente la imagen mental) están sujetas a varios elementos:

  1. A la credibilidad de la fuente donde provengan. Esto significa que, la imagen a partir del símbolo puede estar representada, por ejemplo, desde los valores de libertad, lealtad, honestidad y corresponsabilidad de todos los integrantes que forman parte de la organización, sin embargo, la conducta del que lidera al grupo podría ser autócrata, poco tolerante y totalmente ajena a la filosofía institucional por lo que, en automático genera una imagen de incoherencia, misma que, opaca la percepción que se tiene acerca de la empresa.
  2. Al contenido. Sin duda alguna, muchas empresas hacen un esfuerzo considerable por atraer la atención de sus colaboradores, a partir de discursos o mensajes diseñados para llegar a la mente de todos los miembros y obtener de esa forma su compromiso y lealtad, sin embargo, toda esa información puede chocar con las prácticas cotidianas que le restan bienestar económico y emocional al trabajador. Nadie puede sentirse identificado con una organización que no le proporciona seguridad laboral. De ahí la importancia de crear una imagen no solamente de carácter simbólico sino también conductual.
  3. A la naturaleza del receptor de los mensajes. Un colaborador insatisfecho, cansado, enojado y frustrado con las malas prácticas dentro y fuera de la organización, inevitablemente guardará su distancia y evitará involucrarse en actividades y ejercicios de integración y colaboración porque ya no confía en el discurso trillado y desgastado que durante mucho tiempo ha escuchado. No es suficiente invertir en cosas materiales; un cartel motivacional puede lucir increíble, un discurso se puede escuchar rimbombante, pero si no empatan con las aspiraciones y necesidades del colaborador, simplemente no harán sentido. Por esa razón, muchas personas “están sin estar” y no generan sentido de pertenencia con la organización.
  4. A las relaciones con el grupo social al que pertenezca el receptor. La identidad organizacional está estrechamente relacionada con la cultura organizacional por lo que, si no se alinean los valores personales con los de la empresa, entonces habrá un clima tóxico que se reflejará con una baja moral, pérdida de creatividad, bajas o nulas expectativas, menos productividad, falta de lealtad y compromiso y, por ende, bajos niveles de confianza. No puede haber identidad organizacional si prevalece un ambiente negativo que afecte la autonomía y percepción de los colaboradores.

Estos cuatro elementos influyen en el éxito que tengan los mensajes emitidos para formar o modificar las actitudes a través de las imágenes. Toda comunicación simbólica pierde su fuerza cuando ésta es enfrentada con una comunicación conductual que contradice lo enunciado en el mensaje meramente verbal o escrito.

Como se puede apreciar, la identidad institucional va más allá de símbolos y discursos deteriorados que solamente afectan la imagen que se tiene respecto de la empresa, tiene que ver más con actitudes y honestidad, porque estas influyen en las conductas de las personas y si no aprendemos a trabajar con la imagen desde la conducta personal y grupal, será imposible desarrollar una afinidad real y permanente hacia la organización. Si quieres conocer más acerca del tema comunícate con nosotros, tenemos cursos y talleres para ayudarte a crecer y posicionarte en el mercado.

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Por Carmen Benavides

Directora de Contenidos TraInn MX

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