Nacemos y morimos de forma indefectible en el seno de una familia, ahí crecemos, conocemos formas de pensar y de actuar frente a las circunstancias propias del quehacer cotidiano. Llegamos a una edad en la que tenemos que integrarnos gradualmente a otros grupos sociales para convivir y adoptar normas que se ajusten a lo socialmente correcto. Vamos sumando costumbres, tradiciones, creencias religiosas, actitudes y todo lo propio de la cultura que nos ha visto crecer.
Según el antropólogo Edward B. Tylor (1871) la cultura es «… esa totalidad que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y cualesquiera otras aptitudes y hábitos que el hombre adquiere como miembro de la sociedad» Así que nuestra vida se vuelca hacia todo aquello que de forma natural hemos aprendido durante muchos años, llega el momento en que ni siquiera cuestionamos lo que sucede a nuestro alrededor, solamente nos damos cuenta de que los integrantes de otras culturas se comportan diferente y que incluso esa conducta es juzgada desde nuestra forma de ver el mundo.
No podemos negar el hecho de que cada cultura tiene rasgos positivos y negativos, ninguna es perfecta, sin embargo, algunas personas sugieren que la cultura es una marca de nacimiento y que es imposible de cambiar. Francisco Bulnes, periodista y político mexicano, en su obra “El porvenir de las naciones hispanoamericanas”publicada en 1899, aludía con franqueza ácida y desdén inmisericorde a las características de “la cultura del maíz”, una cultura pobre, mediocre, floja y sin el mínimo interés de progresar y salir adelante. Habla de una cultura del maíz castigada por el pasado y sentenciada a un futuro miserable; en donde no hay cabida para la innovación y el cambio.
A diferencia de la cultura del maíz, el autor menciona otras dos culturas que, por mucho, aventajan a la nuestra por ser consideradas superiores en todos los rubros de la vida social, cultural, económica y política: La cultura del trigo y del arroz. La primera hace alusión a los países primermundistas cuyos habitantes tienen iniciativa, son creativos y buscan las mejores oportunidades para progresar y crecer; en tanto que la cultura del arroz, se refiere a las culturas orientales que, aunque tienen tradiciones antiquísimas, han desarrollado una economía favorable a través de la disciplina y desarrollo de tecnologías que han colocado a estas naciones en la lista de “Países emergentes con gran capacidad de crecimiento”. La cultura del trigo y del arroz son un claro ejemplo de trabajo, perseverancia, responsabilidad y colaboración.
Hasta aquí, nadie pone en duda la gran capacidad de visión y crecimiento que tienen las culturas antes mencionadas, pero no demos por sentado que todo es mágico en esos lugares, de hecho, gran parte de ese logro se debe a una mentalidad colectiva de trabajo, esfuerzo y dedicación; sin descartar que, la “cultura del maíz” también puede aspirar a una mejor vida. En muchas familias mexicanas hemos crecido con la cultura del esfuerzo, la colaboración y la idea de salir adelante, gracias a que en algún momento alguien de la familia rompió la cadena transgeneracional del conformismo, paternalismo y la mediocridad.
Actualmente, muchas personas salimos a trabajar o estudiar con la idea de aprender nuevas cosas y tener mayor bienestar que nuestros antecesores. Estoy convencida de que, en un país mal gestionado como en el que nos ha tocado vivir, muchas personas tenemos una mentalidad de primer mundo y estamos trabajando con ahínco para cambiar el rumbo de nuestra nación. Hemos dejado de romantizar la pobreza y estamos conscientes de que nuestra inteligencia, creatividad y capacidad innovadora son nuestro boleto para cambiar la historia.
Afortunadamente, las nuevas tecnologías y las redes sociales nos permiten estar informados y con el paso del tiempo nos hemos mundializado e internacionalizado, porque aunque nuestra cultura es rica en historia, recursos naturales y además tenemos una sociedad pluricultural, lo cierto es que, siempre hay algo nuevo que aprender o adoptar de otras culturas. El mundo se está transformando y con ello, también muchos mexicanos estamos cambiando nuestra forma de actuar y ver la nueva realidad.
La base de nuestra alimentación es el maíz, pero esta semilla y todo lo que hemos creado en torno a ella, no nos define como personas fracasadas, al contrario, así como el maíz se adapta a todo tipo de suelo, también los mexicanos nos acoplamos a nuevas formas de trabajo. La riqueza cultural de nuestro país radica en la gente trabajadora y que no se vence frente a los obstáculos. Las nuevas generaciones necesitan ser guiadas por adultos responsables, maduros y con una mentalidad abierta al cambio.
Crear una nueva cultura del maíz es posible, muchos mexicanos estamos en el proceso de adoptar las mejores prácticas laborales y académicas, sabemos que implica salir de la zona de confort para mejorar y crecer, pero con trabajo y responsabilidad lo podemos lograr. Si quieres conocer más acerca del tema comunícate con nosotros, tenemos cursos y talleres para ayudarte a crecer y posicionarte en el mercado.
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Contenido por Carmen Benavides, Directora de Contenidos Trainn mx