Desde tiempos históricos, el fracaso ha sido considerado como lo más vergonzoso que le puede suceder a una persona, sobre todo en una sociedad cuyos estigmas como el éxito, triunfo o victoria han sido implantados en la mente de las personas, sin dar oportunidad a las equivocaciones o errores propios del ser humano.
La sociedad ha evolucionado gracias a que muchos hombres y mujeres han experimentado en su vida enormes tropiezos y errores y que fueron capaces de levantarse y seguir adelante, aun cuando recibieron las críticas o rechazo de los demás. La ciencia, la tecnología y las bellas artes, así como el desarrollo en el mundo de los negocios, no se han construido sobre triunfos y aciertos, la realidad es que, en la mayoría de los casos el fracaso ha sido el común denominador. Y la buena noticia es que, gracias a ello contamos con grandes avances en todas las áreas del saber.
No se trata de romantizar el fracaso como lo mejor que puede suceder en nuestra vida, porque muchas personas están condicionadas por factores ambientales o psicológicos que dificultan en gran medida que puedan superar ciertos errores; pero es necesario que las personas sepan que el proceso de fracaso nos convierte en humanos y encierra una fuente inexorable de aprendizaje, pues ya lo decía Henry Ford «El fracaso es una gran oportunidad para empezar otra vez con más inteligencia» y no como un motivo para frenar nuestros sueños y todo aquello que queremos lograr en nuestra vida.
Dice el teólogo Ives Congar que “el fracaso es un hecho ambivalente y que es nuestro particular modo de asumirlo lo que lo convierte en derrota definitiva o en punto de partida de un nuevo esfuerzo”.
Desafortunadamente, la vivencia del fracaso va más allá de no alcanzar nuestras metas, ya que encierra angustia, miedo al qué dirán e incluso sentirse desvalorizado, rechazado y desamparado en un mundo donde se ha puesto en primer lugar la competitividad no como un medio de aprendizaje sino como un fin.
Tarde o temprano todos nos enfrentamos al hecho ineludible de vivir el fracaso, mismo que puede ser real o temido; es por ello que el fracaso debe ser visto como parte de nuestra vulnerabilidad; pero en la actualidad las redes sociales solo muestran el lado bonito de las cosas, nos enseñan que el mundo es de la gente exitosa, que si tenemos talento, energía y habilidad podremos llegar a la cima al igual que lo han hecho otros. Estas exigencias van calando en lo profundo de la mente y nos convertimos en personas estresadas y al mínimo error abandonamos nuestro proyecto.
Afrontar la vida implica caer y levantarse una y otra vez, no es una tarea sencilla pero cuando aprendemos a ver en el desafío un reto y una oportunidad tenemos ocasión para aprender significativamente. Las experiencias nuevas nos llevan a darle sentido a lo cotidiano sin desfallecer ante las inevitables dificultades. Si queremos aprender a vivir plenamente tenemos que considerar el fracaso como una posibilidad presente en todo lo que hagamos. Fracasar no significa perder; al contrario, es una muestra de que estamos intentando todo aquello que queremos lograr.
Por Carmen Benavides
Directora de Contenidos TraInn MX